Llueve, es agosto,
mes de lluvias y de vientos. Se despide el invierno con sus últimos fríos, y
la primavera se
anuncia con los primeros brotes en los árboles que han dormido durante este
período que ya va finalizando.
De a poco, las
calles van cambiando su aspecto, y aquellas ramas secas en apariencia van
colmándose de hojitas que tímidamente van apareciendo, luciendo sus verdes más
despampanantes.
Mayra, se
encuentra allí, de pie, detrás de una de las ventanas de esa casa que fuera la
residencia de su familia por tres generaciones. Su cabeza descansa, como
desganada, sobre uno de los perfiles del marco.
Su mirada lánguida
se detiene sobre las gotitas que van cayendo, atrevida y ruidosamente, sobre
las lajas que forman un caminito dentro del jardín.
Éste termina en
una puerta de madera, rústica, descolorida por el tiempo, el sol y el agua han hecho
su estrago. Al abrirse aparece el Jardín del Paraíso, llamado así por la misma
Mayra. Es en ese lugar donde las flores entremezclan sus colores jugando a
quien es más atractiva.
En esta época ya
comienzan a aparecer los pimpollos de las más tempraneras anunciando la llegada
de la estación de la belleza y del amor.
Cuando florecen,
los perfumes de las rosas se confunden con los jazmines. Las Damas de Noche dan
un toque de misterio cuando el calor comienza a hacerse presente. Y las
modestas Campanillas, entrelazándose en algunos soportes dan una nota de
candidez a la vista de quien las observa.
Ese maravilloso
Jardín está apartado de la casa principal, y está separado por un alto cerco de
ligustrinas
Es totalmente
suyo, y allí dirige sus pasos cuando desea aislarse del entorno que muchas
veces la agobia, para sumergirse en la lectura de alguno de sus libros
preferidos. Allí pasa largas horas, algunas veces camina, otras veces se
detiene a descansar en un banco de plaza que ella misma ha colocado en un lugar
preferencial, debajo de un árbol frondoso.
Pocos conocen
realmente ese lugar, y si lo han conocido no saben que significado tiene para
Mayra, porque es parte de su interior y hasta allí nadie jamás ha logrado
llegar. Solamente ella sabe descifrar cada murmullo, el aletear de los pájaros,
y el sonido de la hojarasca crujiendo debajo de los pies.
Es un lugar
mágico, lleno de duendes que juguetean permanentemente a su paso cual si fuera
una princesa.
Pero también ese
lugar está lleno de recuerdos, pues allí pasó muchos momentos en compañía de
quien fuera su gran amor, un amor que un día se esfumó inesperadamente sin dar
explicaciones. En vano fue tratar de saber la causa, pero la realidad hizo que
de pronto comprendiera que todo ya seria inútil.
Desde ese momento
su vida se tornó monótona, sin alegría, vacía.
Han pasado ya
cinco años y la sensación de tristeza que sintiera aquel día sigue siendo la
misma.
¡Cuántas ilusiones
marchitas! ¡Cuántas palabras perdidas en el pasado! ¡Cuánto dolor sin remedio!
Y ¡Cuánto recuerdo quedado en el tiempo!
Hoy, mirando a
través del ventanal, las imágenes van cruzándose como si fuera una película que
se muestra frente a sus ojos. Sus días felices, en los cuales hasta el sol
parecía bendecir cada mañana a este gran amor.
Nunca supo la
razón de aquella absurda separación, lo que sí supo fue que jamás volvería a
amar así.
Sumida en una
ensoñación repleta de recuerdos deja transcurrir el tiempo, hasta que vuelve a
su realidad, una realidad sombría gris.
Sus ojos se
detienen en el piano, aquel que derramara sonidos parecidos a cánticos
angelicales, en donde los acordes de la Sonata de Schubert los transportaba a
otra dimensión solo posible para ellos.
Hoy el piano está
callado, ya nadie arranca de sus teclas sonido alguno, y sobre su tapa cerrada,
descansa un papel ya ajado por el tiempo, con un poema escrito con mano
temblorosa, poema que alguna vez él le dedicara.
A un costado y
sobre un tapiz de encajes sigue desangrándose cada pétalo de aquella rosa roja
que fuera testigo de una declaración de amor.
Ana María Bianchi (
23 de mayo de 2013)
Ana María Bianchi: Vive en la Capital Federal. Le gusta escribir y la lectura. Profesora de Ciencias Naturales, siendo la docencia su gran vocación.
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