A veces frío, recto, nos asustas un poco.
Otras veces compañero hermano, nos llenas de alegría y creemos en tu amor.
Cuántas veces en la vida te he analizado,
vencías todos los obstáculos para que a tus hijos no les faltara tu amor, tu
amor de pan, tu amor de bien, tu amor de honradez y en mi pequeñez de niña no
podía comprender.
La esperanza que tu amor de padre había
depositado en mí; para ti yo era tu porvenir; me veías ya grande y mujer,
triunfando en la vida.
Amor de padre que sabiamente, me aconsejaste
el bien, me enseñaste a practicar el trabajo, ser justa y comprender al otro.
Los hijos del mundo esté la semilla de tu
amor de rectitud y bien.
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