Rafael lívido,
exaltado, bajó de su ostentoso auto de alta gama y le suplicó a Valeria su
esposa: Rápido, buscá a los chicos, llévate dos o tres mudas y anda
a la casa de tu madre. Quedate allí, yo pasaré después.
No, de ninguna
manera, no has hablado nunca lo harás ahora. Que es lo que pasa?
preguntó. Van a allanar la vivienda y en este momento están haciendo lo
mismo en las oficinas de Puerto Madero, hay una denuncia por estafa y
enriquecimiento ilícito, contestó Rafael demudado a punto de
estallar. Como? Y vos que tenés que ver con estas denuncias –
inquirió ingenuamente. Y tus socios? Donde están, gritó
desesperada. No sé, no se los ubica. Todo fue un error, tenías razón, se
lamentó Rafael en un agudo lamento.
Había
perdido su gallardía y su imagen de “hombre de negocios”. Ya no aplicaba
al hablar con ella códigos ni acertijos, ya no podía tapar ni comprar el
silencio de nadie y los componentes de esa funesta hermandad secreta entre sus
socios, ya no existía. El único que figuraba como responsable era él, todos
habían desaparecido. Tanta ambición desmedida. Tanto deseo de poder. Estaba
recogiendo el fruto de una vida regalada, mal habida y comprendía que perdía
todo. Principalmente su familia. Valeria lo miró con rencor,
recogió documentos de ella y de los nenes, algo de dinero y se fue con lo
puesto. Gracias a las relaciones de su madre cruzó la frontera y se instaló un
tiempo en Brasil. En la distancia sufrió lo indecible viendo la decadencia de
Rafael, como profesional, como persona, como hombre….como padre. Detenido,
sólo, sin el séquito de obsecuentes e interesados amigos, Rafael cayó en una profunda
depresión. Rogó a su madre se abstuviera de informarle algo de él.
Pasaron los años, se trasladó a Estados Unidos, posicionada en un
excelente nivel laboral, sus hijos ingresaron en la universidad con excelentes
resultados….pero en su mirada llevaban implícita la desilusión y el fracaso que
tuvieron que soportar por la ambición de su padre y la tolerancia complaciente
de su madre.
No perdonó ni
visito jamás a Rafael. Sigue detenido. Los dos pecaron, el por ambición y
ella por omisión. En el balance de la vida Rafael pagó con la prisión y Valeria
con el destierro. Sufrirán toda la vida la peor de las condenas. Su
corazón llora cuando escucha los acordes de “Mi Buenos Aires querido, cuando yo
te vuelva a ver…..”
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