lunes, 15 de septiembre de 2014

El Regreso esperado

Cae  la tarde y el suave viento otoñal va despeinando lentamente las copas de los  árboles, haciendo que sus hojas caigan desordenadas   para  luego ser  arrastradas hacia quién sabe  qué lugar…
Una luna tímida  se asoma  apenas en un cielo celeste opaco, que se va oscureciendo poco a poco con la llegada del anochecer.
Los ruidos ambientales  ya no se oyen  tanto y una calma aparente se filtra  por las calles de aquel barrio pobre, con veredas muy angostas, con casas bajas, modestas, algunas muy castigadas por  el transcurso del tiempo.
Ya no se escuchan las voces de los niños que hasta hace pocos  momentos resonaban en algunos jardines, mezclando sus juegos con cánticos infantiles.
De vez en cuando esta paz es  interrumpida por el ladrido de algún perro callejero, que en la  búsqueda de su  dueño deambula desorientado.

Bien se dice que cada hogar es un mundo, y detrás  de las paredes de estas casas  seguramente  muchas historias se habrán tejido  con el tiempo., historias de vidas que marcan destinos, historias cargadas algunas con  alegrías, otras con tristezas y fracasos, pero historias al fin.
Comienzan ya  a encenderse los focos que alumbran las calles, sus luces son  lánguidas como suaves suspiros, lo que da  una sensación de  increíble calidez y un toque especial sobre las primeras sombras de la noche que se avecina.
Calle abajo se vislumbra la silueta de un hombre que avanza, su andar es lento, quizás podría decirse algo cansado.
Mientras camina sus ojos van recorriendo casi con curiosidad todo lo que va encontrando a su paso y  se detiene en las rejas, los jardines, las puertas, en cada uno de sus detalles.
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo en este lugar.
Muchos recuerdos afloran en este momento, mientras su corazón comienza a palpitar casi en forma descontrolada llevado por una profunda emoción.
Los años han pasado velozmente desde aquel día que dijo adiós a todo esto, dejando atrás aquella etapa de su vida que se cerró cuando decidió tomar aquel tren que lo alejaría de allí llevándolo a la capital.
Habia decidido irse porque allá , en esa ciudad que frente a sus ojos se levantaba majestuosa, le habían prometido prosperidad, trabajo bueno, seguro y  estable , algo que en su pueblo ya no se lograba fácilmente.
Y detrás de esa promesa se dirigió, llevado también por una juventud atropellada que tampoco le dio demasiado tiempo para meditarlo..
Pero la historia  nuevamente se repitió y todo lo prometido pronto se había desvanecido, dejando paso a una terrible desilusión, a un fracaso no imaginado.
Su mente de muchacho pueblerino no asimilaba la idea de que no siempre las promesas se cumplirían, y que las palabras empeñadas a veces son solo eso, palabras, pero que una ráfaga inesperada podía arrastrarlas sin mayores explicaciones.
Perdió así la ilusión del trabajo, sus deseos de triunfar, de conquistar una vida diferente, para volver con el orgullo de haber conquistado a esa gran ciudad.
El tiempo fue deslizándose lento pero implacable, los días se iban sucediendo en una agonía interminable, un mal sueño del que deseaba despertar.
Un buen día decidió dejar todo eso, pero como no podía volver frustrado y fracasado, intento abrirse camino  en otros lugares.
Poco fue lo que consiguió, apenas para poder subsistir  y nada más.
La suerte no lo había acompañado, y ya cansado de tanto peregrinar  y de no encontrar esa estrella  tras la cual había pretendido correr, decidió volver a su lugar natal.
Y tomó aquel tren que lo llevaría nuevamente hacia aquella estación de la que había partido hacia ya mucho tiempo atrás.
El viaje duró algunas horas, para él fueron eternas, como que en vez de acercarlo lo alejaba cada vez más de su destino.
Por fin, el tren se detiene  en aquella estación, duda  un poco antes de descender, hasta que por fin se decide .
Al descender, sus ojos claros se abren  como los ojos de un ciego al que le han devuelto la vista.
Muchas cosas han  cambiado. Ya no  está allí  su viejo amigo Julián, aquel hombre buenazo que cuidaba con esmero cada  elemento de ese lugar, y que tanto había llorado el día en que partiera.
Como llevado por el instint , rápidamente busca   la parada de los  autos de alquiler, y con asombro comprueba  que se encuentra  en el mismo lugar de siempre.
No ve  caras conocidas, intenta  buscarlas pero nadie le resulta familiar.
Ya dentro del auto, pide  al chofer que lo lleve  hasta su antiguo barrio, y mientras hacia allí se dirige  miles de pensamientos lo van invadiendo.
¿Cómo encontraría todo?
Nunca se había olvidado de  María, aquella muchachita  buena y dulce  que había sido su amor casi adolescente, su único y verdadero amor.
¿Cómo estaría? ¿Seguiría viviendo en el mismo lugar? ¿ Cómo habría sido su vida?
Y con este pensamiento a flor de piel le pide  al chofer que cambie  su rumbo,  y con una idea fija decide entonces ir a aquella casa en la cual había vivido ella
 Ya acercándose al lugar  decide  bajar del auto y continuar caminando, sin apuro pero con paso firme.
Sus ojos se pierden sin poder reconocer demasiado , muchas cosas ya no son  iguales, quizás  hasta los habitantes son otros ya.
Como acariciando el entorno va descubriendo nuevas formas,  desconoce mucho de lo que allí se presenta e intentando un acertijo cree descubrir al fin aquella esquina, si, esa esquina tan familiar, en donde pasara tantas tardes rodeado de sus mas queridos amigos.
Y si esta es la esquina, la casa de María estaría allí nomás.
 Ya casi con desesperación la busca,  y guarda la esperanza de que todavía ella viva allí.
Y por fin  la ve, reconoce  esa reja, los ventanales, y  esa puerta, esa puerta  que fuera testigo de tantas despedidas, en donde el amor  había sido  el único protagonista.
Se detiene  unos instantes, vacila,  desea volver a verla, María, su María, pero tiene  un tremendo temor de  no encontrarla.
Un escalofrío lo recorre  de pies a cabeza, siente que ya esta ahí, a solo un paso, a escasos momentos de un posible reencuentro con esa parte de su vida en que habia sido tan feliz, y llevando su mano hacia el llamador  con decisión lo hace sonar.
Luego de unos segundos la puerta se abre  y frente a él  aparece  la  figura de una hermosa  mujer de cabellos rubios cayendo sobre los  hombros, ojos de miel con una mirada profunda, tierna, destacándose en un rostro aterciopelado y dorado por el sol.
El tiempo se detiene, sus ojos se encuentran,  y como en un extraño sortilegio  se entabla un diálogo   de corazón a corazón. Las palabras sobran, no hace falta agregar nada más.
Mudos ambos, pero ¿ para qué hacen falta ya las palabras, si se están diciendo todo?
Bastaron unos pocos segundos para que el pasado volviera a golpear sus almas
En el interior de la casa  las voces de unos niños resuenan con  algarabía inocente. Nadie dudaría que en este hogar reina la completa felicidad.
 De pronto un hombre se acerca  y tomando por la cintura a aquella mujer, que de pronto pareciera que  se ha vuelto muy frágil, pregunta con voz grave.
¿Quién es querida?
Y como despertando de ese letargo en el que se había sumido, cierra la puerta  respondiendo:
“Nadie  querido, es sólo una persona que ha perdido su rumbo, y desorientado llamó a esta puerta”
Esa puerta que acaba de cerrarse  ha vuelto a separar y para siempre dos vidas.
Ella volverá a su hogar, su esposo, sus hijos.
Y el.... El?  Quién sabe ahora qué rumbo tomará…


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