Cae la tarde y el suave viento otoñal va
despeinando lentamente las copas de los
árboles, haciendo que sus hojas caigan desordenadas para
luego ser arrastradas hacia quién
sabe qué lugar…
Una luna tímida se asoma
apenas en un cielo celeste opaco, que se va oscureciendo poco a poco con
la llegada del anochecer.
Los ruidos ambientales ya no se oyen
tanto y una calma aparente se filtra
por las calles de aquel barrio pobre, con veredas muy angostas, con
casas bajas, modestas, algunas muy castigadas por el transcurso del tiempo.
Ya no se escuchan las voces de
los niños que hasta hace pocos momentos
resonaban en algunos jardines, mezclando sus juegos con cánticos infantiles.
De vez en cuando esta paz
es interrumpida por el ladrido de algún
perro callejero, que en la búsqueda de
su dueño deambula desorientado.
Bien se dice que cada hogar es
un mundo, y detrás de las paredes de estas
casas seguramente muchas historias se habrán tejido con el tiempo., historias de vidas que marcan
destinos, historias cargadas algunas con
alegrías, otras con tristezas y fracasos, pero historias al fin.
Comienzan ya a encenderse los focos que alumbran las
calles, sus luces son lánguidas como
suaves suspiros, lo que da una sensación
de increíble calidez y un toque especial
sobre las primeras sombras de la noche que se avecina.
Calle abajo se vislumbra la
silueta de un hombre que avanza, su andar es lento, quizás podría decirse algo
cansado.
Mientras camina sus ojos van
recorriendo casi con curiosidad todo lo que va encontrando a su paso y se detiene en las rejas, los jardines, las
puertas, en cada uno de sus detalles.
Ha pasado mucho tiempo desde
la última vez que estuvo en este lugar.
Muchos recuerdos afloran en
este momento, mientras su corazón comienza a palpitar casi en forma
descontrolada llevado por una profunda emoción.
Los años han pasado velozmente
desde aquel día que dijo adiós a todo esto, dejando atrás aquella etapa de su
vida que se cerró cuando decidió tomar aquel tren que lo alejaría de allí
llevándolo a la capital.
Habia decidido irse porque
allá , en esa ciudad que frente a sus ojos se levantaba majestuosa, le habían
prometido prosperidad, trabajo bueno, seguro y
estable , algo que en su pueblo ya no se lograba fácilmente.
Y detrás de esa promesa se
dirigió, llevado también por una juventud atropellada que tampoco le dio
demasiado tiempo para meditarlo..
Pero la historia nuevamente se repitió y todo lo prometido
pronto se había desvanecido, dejando paso a una terrible desilusión, a un
fracaso no imaginado.
Su mente de muchacho
pueblerino no asimilaba la idea de que no siempre las promesas se cumplirían, y
que las palabras empeñadas a veces son solo eso, palabras, pero que una ráfaga
inesperada podía arrastrarlas sin mayores explicaciones.
Perdió así la ilusión del
trabajo, sus deseos de triunfar, de conquistar una vida diferente, para volver
con el orgullo de haber conquistado a esa gran ciudad.
El tiempo fue deslizándose
lento pero implacable, los días se iban sucediendo en una agonía interminable,
un mal sueño del que deseaba despertar.
Un buen día decidió dejar todo
eso, pero como no podía volver frustrado y fracasado, intento abrirse
camino en otros lugares.
Poco fue lo que consiguió,
apenas para poder subsistir y nada más.
La suerte no lo había
acompañado, y ya cansado de tanto peregrinar
y de no encontrar esa estrella
tras la cual había pretendido correr, decidió volver a su lugar natal.
Y tomó aquel tren que lo
llevaría nuevamente hacia aquella estación de la que había partido hacia ya
mucho tiempo atrás.
El viaje duró algunas horas,
para él fueron eternas, como que en vez de acercarlo lo alejaba cada vez más de
su destino.
Por fin, el tren se
detiene en aquella estación, duda un poco antes de descender, hasta que por fin
se decide .
Al descender, sus ojos claros
se abren como los ojos de un ciego al
que le han devuelto la vista.
Muchas cosas han cambiado. Ya no está allí
su viejo amigo Julián, aquel hombre buenazo que cuidaba con esmero
cada elemento de ese lugar, y que tanto
había llorado el día en que partiera.
Como llevado por el instint ,
rápidamente busca la parada de los autos de alquiler, y con asombro comprueba que se encuentra en el mismo lugar de siempre.
No ve caras conocidas, intenta buscarlas pero nadie le resulta familiar.
Ya dentro del auto, pide al chofer que lo lleve hasta su antiguo barrio, y mientras hacia
allí se dirige miles de pensamientos lo
van invadiendo.
¿Cómo encontraría todo?
Nunca se había olvidado
de María, aquella muchachita buena y dulce
que había sido su amor casi adolescente, su único y verdadero amor.
¿Cómo estaría? ¿Seguiría
viviendo en el mismo lugar? ¿ Cómo habría sido su vida?
Y con este pensamiento a flor
de piel le pide al chofer que
cambie su rumbo, y con una idea fija decide entonces ir a
aquella casa en la cual había vivido ella
Ya acercándose al lugar decide
bajar del auto y continuar caminando, sin apuro pero con paso firme.
Sus ojos se pierden sin poder
reconocer demasiado , muchas cosas ya no son
iguales, quizás hasta los
habitantes son otros ya.
Como acariciando el entorno va
descubriendo nuevas formas, desconoce
mucho de lo que allí se presenta e intentando un acertijo cree descubrir al fin
aquella esquina, si, esa esquina tan familiar, en donde pasara tantas tardes
rodeado de sus mas queridos amigos.
Y si esta es la esquina, la
casa de María estaría allí nomás.
Ya casi con desesperación la busca, y guarda la esperanza de que todavía ella
viva allí.
Y por fin la ve, reconoce esa reja, los ventanales, y esa puerta, esa puerta que fuera testigo de tantas despedidas, en
donde el amor había sido el único protagonista.
Se detiene unos instantes, vacila, desea volver a verla, María, su María, pero
tiene un tremendo temor de no encontrarla.
Un escalofrío lo recorre de pies a cabeza, siente que ya esta ahí, a
solo un paso, a escasos momentos de un posible reencuentro con esa parte de su
vida en que habia sido tan feliz, y llevando su mano hacia el llamador con decisión lo hace sonar.
Luego de unos segundos la
puerta se abre y frente a él aparece
la figura de una hermosa mujer de cabellos rubios cayendo sobre
los hombros, ojos de miel con una mirada
profunda, tierna, destacándose en un rostro aterciopelado y dorado por el sol.
El tiempo se detiene, sus ojos
se encuentran, y como en un extraño
sortilegio se entabla un diálogo de corazón a corazón. Las palabras sobran,
no hace falta agregar nada más.
Mudos ambos, pero ¿ para qué
hacen falta ya las palabras, si se están diciendo todo?
Bastaron unos pocos segundos
para que el pasado volviera a golpear sus almas
En el interior de la casa las voces de unos niños resuenan con algarabía inocente. Nadie dudaría que en este
hogar reina la completa felicidad.
De pronto un hombre se acerca y tomando por la cintura a aquella mujer, que
de pronto pareciera que se ha vuelto muy
frágil, pregunta con voz grave.
¿Quién es querida?
Y como despertando de ese
letargo en el que se había sumido, cierra la puerta respondiendo:
“Nadie querido, es sólo una persona que ha perdido
su rumbo, y desorientado llamó a esta puerta”
Esa puerta que acaba de
cerrarse ha vuelto a separar y para
siempre dos vidas.
Ella volverá a su hogar, su
esposo, sus hijos.
Y el.... El? Quién sabe ahora qué rumbo tomará…
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